Es casi un estado de locura.

domingo, 9 de enero de 2011

Nuevo día

Las luces asoman a pesar y a través de las negras nubes.
Despacito, como pidiendo permiso.
Algún rayo de sol logra sobrepasarlas y roza justo en mi cara.
Una melodía indica que ya es la hora.

Trato de no pensar en nada, sólo comienzo.
De a poco y sin ganas.
De golpe y con ganas.
Y así, empieza la cuenta regresiva que no dudo en hacer pública.
Y así, mi cabeza comienza a girar
y a olvidarse de todo con la luz azul que me encadila.

Cuando por fin entro en ritmo, veo el reloj.
Las vueltas fueron infinitas y justas y es hora de volver.
Volver a una rutina mojada.
Una rutina de sueños y lágrimas que se mezclan.
Una rutina que me hace bien y mal. En proporciones que no logro descifrar.

Y cuando por fin, el día llega a su fin,
el sol aparece.
Las nubes negras siguen ahí, como si fuesen un dibujo.
No se mueven ni en mi almuerzo, ni en mi siesta ni en mi espera.
Me persiguen.
Y entonces es cuando sólo puedo pedir que me esperes...
... al otro lado de la nube negra.


Sólo puedo pedirte que me esperes al otro lado de la nube negra, allá donde no quedan mercaderes que venden soledades de ginebra.
Al otro lado de los apagones, al otro lado de la luna en quiebra, allá donde se escriben las canciones con humo blanco de la nube negra.